Las Barras Bravas a lo largo de la
historia en el futbol han generado diferentes pecados para la sociedad que
repercute en su reputación.
El espectáculo del balompié era
bello cuando no había barras ‘organizadas’. Cuando los dirigentes no pagaban
‘guardias de choque’ para que los respaldaran con gritos y cánticos soeces con
los que pretenden intimidar al rival.
Negarles el reconocimiento es una manera de
despojarles todo sentido a sus actos violentos. Es decir: si no les reconocen
lo que hacen, a la larga no encuentran motivos para hacerlo.
¿Quién pone orden y devuelve la
fiesta a tantos hinchas de buena fe y generoso entusiasmo? La respuesta es
contundente: Nadie.
No hay autoridad capaz de frenar tanto desafuero. Esta
visión pesimista está respaldada en los hechos. La violencia en los estadios es
un problema que ha venido agudizándose hace al menos 25 años. Es una espiral de
sangre y destrucción que crece y crece sin que alguien diga basta.
Como lo dice Jair Dores: Las barras se convierten en una forma de religión para
idiotas. La intolerancia por los otros se radicaliza hasta llegar al odio. El
comportamiento de las barras bravas es de masa, y las masas no piensan, son
irracionales. Son temerarios, osados, estúpidos. Como individuos quizá no son
capaces de cometer un crimen, pero enardecidos por la ‘barra imbécil’ no
encuentran límites.
Al cobijo de una barra hay vía libre para consumir licor,
drogas, y cometer delitos. No es el individuo el que mata, es la barra la que
se hace respetar. Un espectáculo universal tan bonito como el futbol se está
echando a perder por culpa de estos energúmenos despreciables que confunden
algo tan noble como el apoyo incondicional a un equipo, con la violencia.
Dores expresa que las
autoridades deben estar atentas al crecimiento de este fenómeno se puede volver crítica la
rivalidad entre las bandas de tontos que se reúnen cada fin de semana para
apoyar a sus equipos y salir a apuñalar al rival, ganen o pierdan.
No basta con decir
que la barra no podrá jamás volver a ocupar la tribuna. Eso es falso. Tal vez
haya algo de voluntad de controlar a los violentos, pero será muy difícil
identificarlos.
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