lunes, 19 de junio de 2017

Los pecados de las Barras Bravas

Las Barras Bravas a lo largo de la historia en el futbol han generado diferentes pecados para la sociedad que repercute en su reputación.

El espectáculo del balompié era bello cuando no había barras ‘organizadas’. Cuando los dirigentes no pagaban ‘guardias de choque’ para que los respaldaran con gritos y cánticos soeces con los que pretenden intimidar al rival.

 Negarles el reconocimiento es una manera de despojarles todo sentido a sus actos violentos. Es decir: si no les reconocen lo que hacen, a la larga no encuentran motivos para hacerlo.

¿Quién pone orden y devuelve la fiesta a tantos hinchas de buena fe y generoso entusiasmo? La respuesta es contundente: Nadie. 

No hay autoridad capaz de frenar tanto desafuero. Esta visión pesimista está respaldada en los hechos. La violencia en los estadios es un problema que ha venido agudizándose hace al menos 25 años. Es una espiral de sangre y destrucción que crece y crece sin que alguien diga basta. 

Como lo dice Jair Dores: Las barras se convierten en una forma de religión para idiotas. La intolerancia por los otros se radicaliza hasta llegar al odio. El comportamiento de las barras bravas es de masa, y las masas no piensan, son irracionales. Son temerarios, osados, estúpidos. Como individuos quizá no son capaces de cometer un crimen, pero enardecidos por la ‘barra imbécil’ no encuentran límites.

Al cobijo de una barra hay vía libre para consumir licor, drogas, y cometer delitos. No es el individuo el que mata, es la barra la que se hace respetar. Un espectáculo universal tan bonito como el futbol se está echando a perder por culpa de estos energúmenos despreciables que confunden algo tan noble como el apoyo incondicional a un equipo, con la violencia. 


Dores expresa que las autoridades deben estar atentas al crecimiento de este fenómeno se puede volver crítica la rivalidad entre las bandas de tontos que se reúnen cada fin de semana para apoyar a sus equipos y salir a apuñalar al rival, ganen o pierdan.

 No basta con decir que la barra no podrá jamás volver a ocupar la tribuna. Eso es falso. Tal vez haya algo de voluntad de controlar a los violentos, pero será muy difícil identificarlos.

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